Hacernos invisibles para cruzar la frontera
Performance
En colaboración con Tau Luna Acosta
APTAPHI Encuentro de Arte Contemporaneo en la frontera. Frontera Chile-Bolivia, 2016
“Cruzamos desde el territorio boliviano hasta el chileno arrastrando unos sacos de tierra chilena que pasarían aprox. 15 kg y dentro tenian como 10 kilos mas de arena de la frontera. Hicimos con la tierra un montículo y escribimos lo que viste (el título de la obra: “Hacernos invisibles para la frontera”), estábamos descalzas y el territorio fronterizo es desértico y está a 3700 mts de altura”.
El mundo en el que vivimos, neo-post-ultra-liberal en lo económico es neo-post-ultra-conservador en lo social y sobre todo en lo que a límites territoriales y políticos refiere. Así es como, en el caso colombiano-chileno, miles de personas expulsadas de su país por la situación de violencia histórica eligen cruzar el continente para construir una vida más digna lejos de su tierra. El estado chileno conserva -vaya doble significado- una ley de migraciones que data de 1975. Pero, este no es el único recuerdo que guarda del régimen pinochetista. También quedaron activas cientos de minas antipersonales regadas por el desierto que, aquel que no haya podido pasar “legalmente”, debe cruzar hasta llegar a la ciudad. Pero, qué es un desierto a 3700 mts de altura, cuando uno ha cruzado medio continente dejando atrás todo lo que le era familiar. La situación empeora cuando -una vez arribado a la “civilización”- el migrante llega a la ciudad. Luna me cuenta como la policía busca personas de tez oscura o razgos “no-tan-chilenos” en busca de migrantes para deportar. Es decir: todo aquel que no “parece” local debe ser invisible.
La obra de Acosta y Guerrero trabaja sobre las capas de la historia de los movimientos poblacionales de nuestro continente. Lo hace al reflexionar sobre un conflicto colombiano que ya lleva más de cincuenta años modificando economías, arrasando pueblos, y generando sentido común basado en la violencia. También, al pensar el rol de las lógicas nacionales que imponen fronteras administrativas en lugar de pensar el continente como un territorio compartido. En ambos casos, los intereses de las grandes corporaciones y potencias mundiales parecen estar cerca… y hoy por hoy, mucho más.
Los sacos con tierra y arena que cargaron Luna y Juana son sus propias historias, construidas gramo a gramo. No se pueden deshacer. Pesan y mucho. También son las historias de tantos migrantes. Ningún estado puede invisibilizarlas, porque hacerlo es olvidar el origen de la historia de los pueblos. Aquellos que basaron la construcción de sus culturas en el intercambio. Las definiciones políticas condicionan las historias de cada habitante -ya sea legal o ilegal- permanentemente.
Son sacos, y montículos de tierra y arena, donde se escriben historias.
Federico De la Puente Curador, Investigador y Gestor de Arte Contemporáneo